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Friday, December 5, 2025

EL SUICIDIO NO ES SU CULPA

 

EL SUICIDIO NO ES SU CULPA

La noticia de que oficiales navales retirados de la Armada Venezolana, hombres cabales, formados y grandes líderes en su época de servicio, han decidido terminar con su vida es un golpe devastador que trasciende lo personal y resuena en toda la sociedad. Estas muertes no son meras estadísticas; son la evidencia de un fenómeno profundo y trágico que atraviesa a la nación: el suicidio en medio de la crisis, la desesperanza y la invisibilidad institucional.



Estos oficiales no eran recién llegados ni personas sin preparación. Cada uno había dedicado décadas a la formación de nuevos oficiales, al cumplimiento del deber y a consolidar la disciplina y el honor en la Armada. Sus trayectorias eran intachables, su liderazgo respetado por colegas y subordinados, y su compromiso con la institución ejemplar. Sin embargo, la presión económica, la frustración frente a un país que no ofrece garantías básicas y la constante incertidumbre en la vida civil los llevó a tomar la decisión irreversible de quitarse la vida. Sus historias reflejan la angustia de una generación de profesionales formados que se vieron desbordados por un entorno de desesperanza.

La crisis económica y social venezolana ha sido un factor determinante. La caída o tal vez la desaparicion de los ingresos, la imposibilidad de sostener una vida digna después de décadas de servicio, la pérdida de servicios sociales y la migración de familiares y amigos crean un ambiente de estrés constante. Para estos hombres, que alguna vez lideraron con autoridad y ejemplo, la sensación de no tener salida se volvió insoportable. La fortaleza externa que demostraron durante su carrera no los protegió de la desesperanza interna.



A esta tragedia se suma la absoluta ausencia de estadísticas oficiales confiables. Desde 2016, el gobierno venezolano no publica cifras actualizadas sobre suicidios ni sobre la salud mental de quienes han servido en las fuerzas armadas. Organizaciones independientes como el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) estiman tasas nacionales de suicidio que han crecido a 6,9 por cada 100.000 habitantes, con picos mayores en ciertos estados. Sin embargo, los casos de estos oficiales retirados permanecen invisibles para la estadística formal, perpetuando el silencio institucional y social que rodea a esta tragedia.

Más allá de los números, cada suicidio es un recordatorio de la fragilidad humana incluso en quienes fueron líderes admirables. Su decisión nos interpela a todos: instituciones, familias y sociedad civil.



Esta situación exige acción: programas de apoyo psicológico efectivos, redes de contención y un reconocimiento público de la gravedad del problema. Cada vida perdida merece memoria, respeto y reflexión. Hombres de honor, de liderazgo probado y de carrera intachable, como estos cinco oficiales retirados, no deberían haberse sentido obligados a abandonar la vida. El suicidio en Venezuela es una tragedia colectiva que nos recuerda que incluso los más fuertes necesitan apoyo y que cada vida cuenta y debe ser acompañada y valorada.

El suicidio no es su culpa.

Paz a sus almas buenas y consuelo a las heridas familias.





 

 

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