DOS POR UNO
Mi amigo fue a hacer su trabajo a la
costa oeste, llevar millones de dólares en obras de arte para la instalación y
venta y lo hizo muy bien, todos contentos.
Se tomó lo que infiero un par de días
para conocer como turista la zona.
En historia en paralelo en la cafetería de Brickell cerca de su casa, donde a diario toma café, la camarera venezolana le invita a él y otro amigo a su próximo matrimonio con el cubano millonario, todo lo que se podría denominar, un salto cuántico, pero ellos en privado deciden no asistir, no existe ningún vínculo de amistad más allá de la gentileza diaria, la sonrisa agradecida y el comentario insípido, pero educado, no obstante la camarera amable sabe que se llama Ernesto, porque cada día él paga con su tarjeta de crédito.
Por allá en la costa oeste decide
llevar a su esposa un par de zarcillos de marca, podrían ser lo mismo Valentino
que Gucci o Louis Vuitton, pero exclusivos sin duda.
Al llegar a Miami fue recibido por
su esposa como si viniera de la guerra, además le gustaron mucho los zarcillos,
¿Cómo no iban a gustarle? Y ella decidió ir a la cafetería a comprar no sabemos
que y él amable como siempre, libre de todo prejuicio, fiel como un perro, le
dijo sin malicia, por favor paga con mi tarjeta.
Ella compró todo y desenfundó la
tarjeta no sin antes advertirle que no era suya sino de su esposo. La camarera zalamera
e imprudente tomó la tarjeta que manoseaba a diario y comentó: ‘’esta tarjeta
es de Ernesto’’, con la confiancita propia del Caribe y la esposa en ese
momento levantó la vista para observar en los lóbulos de las orejas unos
zarcillos de exacta denominación.
Como es de suponer amigo lector, estadísticamente
las probabilidades de que esto ocurra son elevadas a una potencia aun
indeterminada e infinitesimal y la esposa ante la incontrovertible evidencia
concluyó que esta había sido una exacta compra de dos por uno, pero no fue así,
es lo que podríamos llamar en Andalucía una mala leche.
Las conclusiones son las siguientes:
la duda ha quedado instalada, de los zarcillos se desconoce su paradero, la
camarera casada con el cubano ahora es una importante señora de sociedad que se
ha mimetizado con éxito y ya no dice cochino sino puerco y Ernesto, a quien le
he prestado un ejemplar escrito por Oscar Wilde titulado ‘’La importancia de
llamarse Ernesto’’ ahora lo lee con fruición para encontrar la respuesta y
disipar todo vestigio de brujería, vudú o ensalmo maligno, porque se debe tener
mala leche al dinamitar la estadística con tal maestría.
Si, dos zarcillos Gucci, por el
precio de uno.
www.juradogrupoeditorial.com
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