El avión naval ya venía aproximando, haciendo pierna con el viento, cuando comenzó una crítica situación de potencia y logró con dificultad alinearse con la plataforma del portaviones contra la cual terminó estrellándose. Los cuerpos nunca fueron encontrados y se hizo un funeral sin cadáveres, un dolor sin restos, un entierro sin tierra.
Las personas fallecidas en el mar nunca tienen cruces, en el mar no hay cruces, solo un gran cementerio lleno de honor y de profunda paz.
406 años antes de Jesús Cristo, Thusidides, el preceptor de la guerra del Peloponeso, escribió algo que siempre me acompañó en las largas jornadas de navegación: “solo existen dos tipos de hombres, los que están muertos y los que están en la mar” y ahora desde esta perspectiva me pregunto: ¿será que acaso los riesgos son tan altos, las tragedias tan desconocidas y las mentes tan incomprendidas, que los que estamos en la mar, de alguna forma ya vivimos una vida eterna como la de los muertos?
Frente a mi casa, que queda frente a la mar, hay un banco de madera, lleno de la sal y el desgaste del sol y la intemperie, donde medito con frecuencia, donde oro el salterio angélico y donde me conecto con el universo, realmente con el ábside planetario y lo he llamado “el banco de la esperanza”, dedicado a Cristóbal Colon, quien solamente escribió una frase lapidaria: “la mar dará al hombre la esperanza, como los sueños al dormir” y es que creo que morir es como un sueño, donde a la mañana siguiente podremos recordar algunas cosas o mejor aún, las personas a las que pudimos influir lo recordaran por nosotros, porque se muere lentamente a quien no recuerdan y los marineros, perdidos sus cuerpos en las corrientes y profundidades, mutilados algunos por las fieras del mar, hinchados otros por la descomposición pero al final, insepultos todos y sin cruces, sin cementerios, a ellos, a los valientes, solo les precede su reputación y la admiración por sus riesgos.
Aquí, en el estrecho de la Florida, se estiman que han perdido la vida, al menos 18.000 almas buscando la libertad de Cuba hacia Miami, por cuanto otra terrible estadística estipula que 1 de cada 8 personas que logran sortear las macabras aguas, fallecen en el intento y nunca tendrán cruces y nunca conocerán la libertad.
Al menos las tres cuartas partes de todos los marineros y oficiales pertenecientes al arma submarina alemana en la segunda Guerra Mundial, perecieron en alguna parte, sus cuerpos nunca fueron encontrados y sus almas aun penan.
Mientras estuve en servicio activo, siempre pensé que moriría en la mar, sin cruces ni cementerio y que sería honorable, pero ahora no tiene sentido alguno, porque solo vivimos una vez y tenemos la obligación de hacerlo formidablemente.
Por los momentos a aquellos seres extraños que prefieren vivir confinados como yo, a la eslora de sus buques, donde nunca se descansa, donde todos somos uno, llevarán la cruz de nuestro recuerdo por sus servicios y por la esperanza de vivir en libertad.
Navigare neccese, vivire non neccese... Dios y Patria Bernardo...
ReplyDelete"Los viejos marinos nunca mueren "
ReplyDeleteasí es.... paz a sus almas...
ReplyDeleteDice un viejo refrán de marinos castellanos: “El muerto es de la mar cuando de la tierra lejos está” QDEP
ReplyDeleteExcelente Carlos Andrés
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