MIS MUERTOS DE POR AQUÍ.

 

MIS MUERTOS DE POR AQUÍ.

            Y me llega el siguiente mensaje que me hizo trastabillar en mi fe católica como pocas veces me ha sucedido, sí, me temo que a todos pasa, incluyendo documentadamente a la Santa Madre Teresa de Calcuta, de quien me separan toesas en materia de santidad, como mis conocidos y amables lectores deben suponer. El mensaje dice textualmente lo que ahora les digo: ‘Cumplo con el doloroso deber de informarles que acaba de fallecer el VA. Gruber Odreman. Expreso mi gran dolor y sentido pésame a todos los honorables miembros de su promoción por tan irreparable pérdida y ruego a Dios que la perniciosa política no enturbie las intenciones y comentarios de alguno compañeros y conocidos…’ Y sugiero que nos detengamos aquí, porque lo que sigue es un refrito sin sentido y sin sintaxis.

        Es la segunda vez que me sucede esto de no compadecerme por la muerte de alguien. La primera vez fue cuando falleció Hugo Chávez Frías, pero en este caso en particular como que me duele menos por aquello que alguna vez le escuché al escritor Boris Izaguirre en una memorable entrevista que le hiciera Sofia Imber cuando este se mudó a España: ‘Uno comienza a ser de algún sitio, cuando tiene a sus muertos de por aquí’ y yo ya tengo a algunos, de hecho, la edad me dice, me obliga, me manda, que probablemente yo sea uno de los muertos de por aquí y no de por allá, donde nací.

            Suerte que ha tenido Gruber, de morir en su país, perdón, corrijo, me he equivocado, permítanme recapitular: suerte que ha tenido Gruber de morir en el país que él personalmente contribuyó con furor, con maldad, con incapacidad, con envidia y con evidentes odios, a destruir. Me temo que ese es el país que le gusta, porque para quien le gusta lo malo, pues Venezuela está muy bien.

            Como ciudadano, como oficial naval, como católico, como venezolano, nacido y criado en la tierra de prosperidad, en la tierra donde no se conocía la lucha de clases, ni la xenofobia, ni el odio, pues, no se odiar, pero sé muy bien diferenciar entre el bien y el mal, como aprendí de mis lecturas de San Agustín y este hombre, quien fue el que comandó con suma ineficiencia, gracias a Dios, el segundo alzamiento del 27 de Noviembre de 1992, se ha muerto, sin haber ido ni siquiera a un juicio y pagar por las vidas de sus subalternos a quienes mandó a morir, por su avaricia, por su ceguera, por su egoísmo.

            El autor del escrito luctuoso, quien dice dolerle mucho, fue su lugarteniente, de escasa y disminuida inteligencia, quien sí está vivo y probablemente nos dé la oportunidad de llevarle a juicio, de nombre Cabrera Aguirre, con el grado de Contralmirante y ambos, para aquellos que aun dudan de mi escrito titulado ‘LA TRAGEDIA DE SER INFANTE DE MARINA’, sí, ambos son infantes de marina y me temo que probablemente sean la imagen actual, el ejemplo de esa inoperante, absurda y desviada parte de la organización naval a la que pertenecieron por una serendipia indeseable.

            Gruber Odremán, se retira de este mundo sin haber pagado nuestros muertos de por allá.

Bernardo Jurado es Capitán de Navío retirado, de la flota, especialidad de operaciones navales,  Comando y Estado Mayor.