UN CUENTO DE HEMINGWAY
—Estoy
haciendo un curso de escritura creativa y me han mandado la tarea de hacer un
cuento de otro cuento ya publicado—, me dijo el escritor Luis Z a bordo
del lujoso pullman que alquiló la editorial para ir a la casa del escritor
Ernest Hemingway en Key West.
—¿Ya leíste ‘’La breve vida feliz de
Francis Macomber?’’, ese es de Hemingway y me temo que el cazador Wilson llegó
a tener sexo con la esposa del desafortunado y cobarde Macomber.
—No, no lo he leído.
—Pues aquí, en este libro tienes una
veintena de cuentos de Hemingway a cuál mejores.
—Es que yo escribo mejor en inglés.
—Si, Hemingway también y ¿Cuál es el
problema?
El vehículo con catorce personas cómodamente alojados avanzaba con suavidad por el puente de las siete millas —en alguna parte del mundo ya son las cinco de la tarde, ¿nos tomamos un trago?, me dijo Jorge—.
La lluvia comenzó a caer copiosa,
agresiva y bajamos la velocidad, mientras Alberto, veterano piloto de caza y
buen escritor, con su teléfono en mano nos dejó saber que en dieciséis minutos pasaría.
—Sugiero que tomemos un trago luego
de la visita al museo y vayamos a hacerlo en el Sloopy Joes, el bar donde fue
el escritor diariamente entre 1931 y 1939.
Dolores Amalia tomaba notas con la
prisa de los desesperados por no perderse el momento, por dejar la huella que llevaría
a su Jorge el esposo, porque en el mismo vehículo había tres escritoras cuyos
esposos se llaman Jorge y en mi mente me preguntaba: ¿será por Jorge Negrete? ¿O
es esta una selección darwiniana?, no obstante, los tres me caen muy bien, son
amables, se hacen los sumisos y beben.
Rosario, una de mis escritoras con
esposo Jorge, preguntaba sobre los gatos polidácticos de la casa. El primero de
ellos se llamó Snow Ball y fue un regalo de un capitán al escritor cuando se
mudo a la propiedad en 1931 y preguntó porque ella tiene una saga de libros
sobre un misteriosos y fantasmal gato.
Y no recuerdo quien preguntó: ¿Y a quien se le ocurre comprar una casa en $8.000 y hacer una piscina que costo $18.000? —pues se le ocurrió a los Hemingway o ¿no te parecen geniales?, los genios tienen esas dicotomías.
Lisandra de tan solo nueve años de
edad bien llevados, hija de nuestros socios, nos veía expectante, analizando desde
la ancestral herencia femenina, aprendiendo, riéndose de estos viejos un poco fanáticos
de las letras y seguro pensó que no tenemos nada mas que hacer que hablar de un
tal Hemingway, que escribía, bebía, tenía una piscina.
El tour literario que ha organizado
Jurado Grupo Editorial, las historias desconocidas que tomaron vida, las risas
y las letras, las líneas de la vida de un hombre roto, sus amores y angustias,
se entrelazaron como solo lo podía hacer Hemingway, mientras Lisandre y su
esposa Sheila, eran los mas beneficiados de las conversaciones de los geniales
escritores.
Ese viaje califica sobradamente,
como un ‘’Cuento de Hemingway’’