UNA RUBIA DESPAMPANANTE
Y cuando llegó al Sloppy Joe's, allí estaba ella, en la barra al lado derecho, con una camisa blanca de hombre remangada, el pelo crespo suelto y alborotado, tal vez como su conducta y tomaba Daiquirí.
Ernest Hemingway, llegó también al
bar, a cumplir su rutina de leer los periódicos en la mesa reservada por el dueño
para él. Esa mesa queda entrando a mano derecha, pegada a la pared. Allí
estaban todos los periódicos y le ponían a un camarero para que nadie se le
acercara, pero no, ese día en que estaba Martha Gellhorn en el bar, no era un
buen día para leer periódicos.
Ella sabía quién era él, todo el
mundo lo sabía y él se enteró allí cuando la abordó con arrojo, que ella era también
periodista y corresponsal de guerra para varios medios y como cazador, no dejaría
que esa presa se le escapara impunemente.
Estamos hablando de la década de los
treinta del siglo pasado en los Cayos de la Florida, en Key West, donde él vivía
con su esposa Pauline Pfeiffer y esa casa costò $8,000. Estaba descuidada y
vieja porque fue construida a finales del siglo XIX y se la regaló un tío
millonario de Pauline.
Él llevó a la Gellhorn a la casa, se
la presentó a Pauline, se hospedó y quedó quince días tomando el sol en los
cayos y como es de suponer, tuvieron sexo y estaban locos ambos. Uno de los
sitios donde tuvieron intercambios de fluidos, fue en el sofá rojo que queda en
la sala a mano derecha, antes de la escalera que da al segundo piso.
El próximo sábado 6 de septiembre, vamos para allá, a la casa de Hemingway junto con algunos de nuestros
escritores y nos llevarán los amigos de "SL Miami Shuttle" en un lujoso auto pullman de catorce personas, con nevera a bordo para enfriar el champagne.
Ambos se fueron a la guerra civil española,
donde tuvieron una luna de miel entre bombas, tiros y en camas llenas del
infame polvillo del cemento cuando se derrumba.
Cuando Hemingway llegó a la casa,
estaban haciendo una piscina que costò $20,000, la primera piscina en Key West
y se disgustó mucho con Pauline, pensando que se estaba pagando de los ahorros
y tomó un centavo del bolsillo y lo tiró al piso con violencia y le dijo: -toma
el último centavo y termina de pagar la piscina.
El centavo está enterrado en el
cemento y pocas personas saben este detalle histórico.
Tendremos que hacer otro viaje,
porque se han quedado por fuera al menos seis escritores.
La piscina la pagó el tío millonario, y el muro de ladrillos se levantó un poco más alto para evitar que lo vieran
desnudo nadando en ella, mientras sus gatos polidáctilos, hijos de Snowball, un
gato que se lo regaló un capitán en 1931, deambulan por doquier con sus nombres de
artistas famosos.
Martha y Ernest se casaron y su
matrimonio duro tan solo dos años.
Tendremos que hacer otro viaje.