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Thursday, August 8, 2024

CUENTOS DEL MAR, SALVEN NUESTRAS ALMAS

 

CUENTOS DEL MAR

SALVEN NUESTRAS ALMAS

            Me situé y mi posición astronómica, me daba a unas seis millas al norte fuera de mi derrota, no podía ser de otra forma, habían pasado unas tres horas sin viento y el gulstream me había hecho abatir a razón de dos nudos. Decidí, exhausto, recostarme un rato, la noche había sido ruda.

            Pude ver por popa, ya con rumbo sureste para buscar mi punto de fantasía, las velas de un navío con velas de polacra. Mis lecturas, que fueron muchas, sobre las embarcaciones del siglo XVIII en esas aguas, me advertían que uno de los pocos que usaban ese tipo de velas, diseñadas para el mediterráneo, había sido un pirata de poca monta, poco conocido, de nombre Jeremiah Holloway, de origen inglés. Este pillo era un oficial naval desahuciado de la Royal Navy, un hombre caído en desgracia económica y profesional, luego de la finalización de la guerra con España.



            Estamos en el siglo XXI y aunque el Blue Book era más rápido, arrié con dos rizos mi mayor, para que me diera alcance, estaba realmente intrigado que un buque de madera con velas tan particulares, con tripulación, porque ya estaba a mi vista desde mis prismáticos, vestidos a la usanza, estuviesen maniobrando como si nosotros fuéramos una presa medieval con algún tesoro.

            Me tapó el viento, aproximándose por barlovento, o sea por mi estribor. Me puse mi camisa de pescador y mi gorra, para que en el saludo llevaran una buena impresión. Confieso que admiraba el arrojo de esos marinos, admiraba también su capacidad de navegar por la bajamar con esos buques torpes en estos tiempos y por gentileza elemental icé por estribor mi bandera india, que significa: estoy cayendo a babor, para darle así, paso franco con seguridad, pero quería ver su casco y su labor a bordo.



            La marcación se mantenía peligrosamente, ellos también cayeron a babor, parecía esto un indeseable abordaje y cerraban posición a mi aleta. Traían izada la bandera británica y yo la norteamericana.

            Abrieron un poco a estribor, demasiado poco para mi gusto y mi seguridad. Ya estaban a un cuarto, lo que estimo en medida marinera, un cable, o sea 185, 2 metros. Los podía detallar ya con mis prismáticos, podía memorizar sus caras feroces. Me observaban con catalejos unos tres hombres en su amura de babor.

            Ya por mi aleta de estribor su proa amenazante se acercaba y de repente, arriaron la bandera británica e izaron el Jolly flag, la bandera pirata. De su casco se abrieron al menos cinco claraboyas y asomaron las bocas de unos cañones que estimo de cinco pulgadas de bronce.

            Un mal viviente, que me creo, era el Capitán Holloway me dijo con una suerte de antiguo instrumento de bronce similar a un altavoz: ‘’Lower your sails, stop, this is a pirate ship, ‘’The wandering’’ and you'll be boarded or die, surrender’’, lo que traduce al español: arríe sus velas, pare, este es el buque pirata The Wandering y usted será abordado o morirá, ríndase.

            Por instinto, desde la bañera del Blue Book, pasé el interruptor del motor, embragué y puse mis máquinas todo avante y caí a mi estribor con todo el timón, cortando su proa que era el único sitio por donde no podían dispararme con sus cañones. Acto seguido tomé mi radio VHF marítimo al que le calculo por su potencia de 25 watts y la poca altura de mi antena, máximo unas seis millas de alcance y grite may day, may day, soy el Velero Blue Book y estoy siendo atacado por piratas. Luego, mientras los vigilaba y frente a las caras de asombro de los pillos, marcaba sin cesar, punto, punto, punto, raya raya raya, punto, punto, punto en el ppi del auricular, que es la señal de auxilio en clave Morse o sea S.O.S, que traduce ‘’Save our Souls’’, salven nuestras almas.

            Me desperté sudando y fui a mi librero para buscar al Wondering y ciertamente el buque existió y fue el HMS Danae que a la sazón ha sido el nombre de siete buques británicos del Royal Navy y su nombre es en honor a la madre de Perseo, un semi Dios hijo de Zeus.

            Del Capitán Jeremiah Halloway nada encontré, fue producto de mi imaginación. Salí a popa y nada había a doce millas a mi alrededor y grité a toda voz: ’’La madre de Perseo’’ junto a una maldición que no es elegante poner en blanco y negro.

            La soledad y la falta de sueño reparador, está afectando mi psiquis, al menos, ese sueño inefable, me había aterrorizado de momento, pero en otro orden de ideas, algo en mi mente me hacía pensar que lo que mantienes en ella se reproduce. Donde pones tu pensamiento, simplemente crece y se exponencia.

Cada vez estoy más cerca de descubrir a estos piratas, por los momentos me siento contento y seguiré mi ruta, sabiendo que nuestras almas, la del blue Book y la mía, están a salvo.

www.juradogrupoeditorial.com

           

 

 

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