CUENTOS DEL MAR
SALVEN NUESTRAS ALMAS
Me
situé y mi posición astronómica, me daba a unas seis millas al norte fuera de
mi derrota, no podía ser de otra forma, habían pasado unas tres horas sin viento
y el gulstream me había hecho abatir a razón de dos nudos. Decidí, exhausto,
recostarme un rato, la noche había sido ruda.
Pude ver por popa, ya con rumbo sureste
para buscar mi punto de fantasía, las velas de un navío con velas de
polacra. Mis lecturas, que fueron muchas, sobre las embarcaciones del siglo XVIII
en esas aguas, me advertían que uno de los pocos que usaban ese tipo de velas, diseñadas
para el mediterráneo, había sido un pirata de poca monta, poco conocido, de
nombre Jeremiah Holloway, de origen inglés. Este pillo era un oficial naval
desahuciado de la Royal Navy, un hombre caído en desgracia económica y
profesional, luego de la finalización de la guerra con España.
Estamos en el siglo XXI y aunque el
Blue Book era más rápido, arrié con dos rizos mi mayor, para que me diera
alcance, estaba realmente intrigado que un buque de madera con velas tan
particulares, con tripulación, porque ya estaba a mi vista desde mis prismáticos,
vestidos a la usanza, estuviesen maniobrando como si nosotros fuéramos una
presa medieval con algún tesoro.
Me tapó el viento, aproximándose por
barlovento, o sea por mi estribor. Me puse mi camisa de pescador y mi gorra,
para que en el saludo llevaran una buena impresión. Confieso que admiraba el
arrojo de esos marinos, admiraba también su capacidad de navegar por la bajamar
con esos buques torpes en estos tiempos y por gentileza elemental icé por
estribor mi bandera india, que significa: estoy cayendo a babor, para
darle así, paso franco con seguridad, pero quería ver su casco y su labor a
bordo.
La marcación se mantenía
peligrosamente, ellos también cayeron a babor, parecía esto un indeseable
abordaje y cerraban posición a mi aleta. Traían izada la bandera británica y yo
la norteamericana.
Abrieron un poco a estribor,
demasiado poco para mi gusto y mi seguridad. Ya estaban a un cuarto, lo que
estimo en medida marinera, un cable, o sea 185, 2 metros. Los podía detallar ya
con mis prismáticos, podía memorizar sus caras feroces. Me observaban con
catalejos unos tres hombres en su amura de babor.
Ya por mi aleta de estribor su proa amenazante
se acercaba y de repente, arriaron la bandera británica e izaron el Jolly flag,
la bandera pirata. De su casco se abrieron al menos cinco claraboyas y asomaron
las bocas de unos cañones que estimo de cinco pulgadas de bronce.
Un mal viviente, que me creo, era el
Capitán Holloway me dijo con una suerte de antiguo instrumento de bronce
similar a un altavoz: ‘’Lower your sails, stop, this is a pirate ship, ‘’The
wandering’’ and you'll be boarded or die, surrender’’, lo que traduce al español:
arríe sus velas, pare, este es el buque pirata The Wandering y usted será abordado
o morirá, ríndase.
Por instinto, desde la bañera del
Blue Book, pasé el interruptor del motor, embragué y puse mis máquinas todo
avante y caí a mi estribor con todo el timón, cortando su proa que era el único
sitio por donde no podían dispararme con sus cañones. Acto seguido tomé mi
radio VHF marítimo al que le calculo por su potencia de 25 watts y la poca
altura de mi antena, máximo unas seis millas de alcance y grite may day, may
day, soy el Velero Blue Book y estoy siendo atacado por piratas. Luego,
mientras los vigilaba y frente a las caras de asombro de los pillos, marcaba
sin cesar, punto, punto, punto, raya raya raya, punto, punto, punto en el ppi
del auricular, que es la señal de auxilio en clave Morse o sea S.O.S, que traduce
‘’Save our Souls’’, salven nuestras almas.
Me desperté sudando y fui a mi
librero para buscar al Wondering y ciertamente el buque existió y fue el HMS
Danae que a la sazón ha sido el nombre de siete buques británicos del Royal
Navy y su nombre es en honor a la madre de Perseo, un semi Dios hijo de Zeus.
Del Capitán Jeremiah Halloway nada encontré,
fue producto de mi imaginación. Salí a popa y nada había a doce millas a mi
alrededor y grité a toda voz: ’’La madre de Perseo’’ junto a una maldición que
no es elegante poner en blanco y negro.
La soledad y la falta de sueño
reparador, está afectando mi psiquis, al menos, ese sueño inefable, me había aterrorizado
de momento, pero en otro orden de ideas, algo en mi mente me hacía pensar que
lo que mantienes en ella se reproduce. Donde pones tu pensamiento, simplemente
crece y se exponencia.
Cada
vez estoy más cerca de descubrir a estos piratas, por los momentos me siento
contento y seguiré mi ruta, sabiendo que nuestras almas, la del blue Book y la mía,
están a salvo.
www.juradogrupoeditorial.com
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