CUENTOS DEL MAR
UN MUERTO EN
MI DERROTA
Es casi medio día…déjame
ver mi reloj: son las 11:45 antes Meridian y me sobrevuela un avión del
guardacostas norteamericano que se comunica conmigo, por canal de emergencia
VHF marítimo 16, puedo verlo a unos 1500 pies de altura que es la estándar para
hacer ese trabajo. Da vueltas sobre mi posición y me hace el procedimiento
internacional normal llamado TRAFMAR que traduce tráfico marítimo y me hizo las
preguntas de rigor: ¿cuál es el nombre del barco?, ¿bandera a la que pertenece?,
¿mi nombre y nacionalidad?, ¿puerto de salida? y cuando me preguntó que tipo de carga
llevo, me provocó contestar a un escritor que tiene veinticuatro horas sin bañarse,
pero no, ellos están haciendo un buen trabajo y a mí me reconforta que me cuiden
en esa desolada latitud donde me encuentro navegando.
Fui a mi viejo
libro y conseguí a un avión muy parecido, parece un modelo C-144 Ocean Sentry
de búsqueda y rescate. El oficial al mando, muy amable, me informa sobre un naufragio
que ocurrió en la zona y que por favor asista con cierta precaución si acaso lo
consigo, por cuanto el reporte fue muy irregular.
Desde uno de los
setecientos cayos de las Bahamas y por celular con posición aun no determinada,
de forma que puede tratarse de tráfico de personas desde Cuba o tráfico de narcóticos.
Como ya saben, me
encuentro en el medio de la nada entre los Estados Unidos de América y Nassau,
navegando a unos lastimeros cinco nudos a vela, de manera que tengo suerte de
que este avión sepa mi posición y la reporte, pero por favor a lo que vamos,
que ya el avión se retira y yo debo tomar una ducha.
Continuo a tope en
agua dulce y me bañaré con agua de mar usando como jabón un producto llamado ‘’sailor
soap’’ de una marca extraña de nombre ‘’Lathers in salt wáter, que me costó $33
dólares por Amazon. Para el escaso cabello que me queda y para evitar la caspa,
usaré Head and Shoulders, comprado en Publix de Coral Gables, pero con un vaso
de agua dulce.
Me desnudo o, mejor
dicho, me quito la única ropa que llevo que es mi viejo short de franela sin ropa
interior, lo amarro a un cabo y lo tiro por popa para que se lave en la mejor
lavadora de la naturaleza y arraigado a una bita de mi babor que es el
sotavento, lanzo un tobo para tomar la cristalina agua de la mar.
Este sailor soap o
lo que traduce jabón de marinero, es biodegradable, sirve también para fregar
los trastes, es antibacterial y posee una base de potasio y alto nivel de
sodio, pero lo más importante es que no da picazón cuando terminas de lavarte
con él.
El mensaje de hoy: ‘’En las aguas tranquilas
encontramos la paz y la sabiduría que nos preparan para actuar como buenos
marineros cuando llega la tormenta’’. No sé de quién es y no me interesa,
voy a ducharme.
Tal vez me consiga
un muerto en mi derrota.
www.juradogrupoeditorial.com
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