EL PILOTO
DEL LANCER
Le
dije al hombre que se me acercó con mala cara, cuando embelesado observaba su
carro junto a mi hijo menor, ¿Señor, me lo vende?
Estábamos
en el centro de la ciudad de Valencia y yo venía saliendo de un banco y estaba
estacionado allí. Casi grité, ¡mira hijo, un Lancer!, (habían pasado más de
veinte años).
Era
un carro especial, tenía asiento para cinco personas pero entrabamos creo que
catorce, sus asientos de vinilo azul y las velocidades eran con botones en vez
de una palanca normal, era última tecnología, o probablemente no, pero era
nuestro carro, el de todos, con el que íbamos a las fiestas, era del club.
El
Señor Iván, el papá del piloto del Lancer, siempre ecuánime y amable,
inteligente como el que más, sabía que era conveniente siempre tenernos cerca y
nos permitió que hiciéramos nuestro club de amigos en el garaje, donde también reposaba
nuestro Lancer. Allí conversábamos y planeábamos cual delincuentes nuestro
próximo golpe a las damas quinceañeras de Sebucán cuyas revoltosas hormonas
bailaban con las nuestras y éramos realmente los jóvenes más felices que jamás
existieron.
Yo
no los escogí a ellos como amigos, creo que hay algo mucho más poderoso que una
escogencia adolescente. Aunque suene raro entre hombres, creo que nos amamos,
nos cuidamos, somos más que una amistad, somos sin pedirlo, hermanos y mi madre
los quiere como a sus hijos y también los mima como lo hace conmigo. Elba, la
madre del piloto, lo hace igualmente conmigo y nos bendice y con los años he
aprendido a leer en su mirada que admira que el piloto del Lancer nos tenga
como tales, porque jamás nos hemos separado, hemos estado lejos geográficamente,
sí, pero no separados.
Mi
esposa está muy preocupada por lo que le vamos a regalar, tiene una semana
pensando en eso, pero no es fácil, porque Iván Manuel, el piloto del Lancer
donde todas suspiraban por nosotros, tiene de todo. Yo no puedo regalarle un
carro, ni otra casa, como le gustan los aviones, ni pensarlo, pero si puedo
hacer algo que nadie hará y que seguro me dará el puesto de la ventana derecha
delantera en el Lancer, puedo escribir con la torpeza que me caracteriza y
decirle que le quiero y que estoy muy contento de nuestros más de cuarenta y
cinco años de amistad ininterrumpida y ahora haciendo memoria, nunca hemos
peleado, ni discutido, jamás de los jamases tuvimos puntos encontrados que
hicieran que tuviéramos una discusión acalorada, ¡nunca!.
Iván
Manuel Lanz, uno de mis muchos hermanos del Sebucán de nuestra común infancia,
está de cumpleaños y seguimos siendo los mismos pero ahora con menos cabello.
Hemos crecido y lo admiro mucho, todos los demás de esa cuerdita que ahora está
un poco vieja, podrán jurar sobre la biblia que nuestra probada y comprobada
amistad, corrijo, hermandad, sobrepasa los límites normales, por aquello que
escribió el Padre Phil Bosmans y que Iván
sin saberlo le da fiel y exacto cumplimiento: “Las flores no nacen sin el calor
del sol; y los seres humanos no pueden serlo sin el calor de la amistad”
¡Feliz
cumpleaños, hermano querido!
Que bella felicitación! Dios les permita disfrutar muchos solos más de esa amistad-hermandad. " UN AMIGO ES UN HERMANO EN VIENTRE AJENO"...Eddy Barrios
ReplyDeleteMuchos años. Quise escribir. Aunque en aeronáutica los "solis" se disfrutan .
ReplyDeleteBella elegía a la amistad....Saludos y un fuerte abrazo.
ReplyDelete