Me dijo el escritor que su obra no podía ser publicada bajo los parámetros de la editorial que dirijo, simplemente porque esa obra, su obra, no se ajustaba a la verdad y yo repliqué, repreguntando:
- ¿Y cual obra se ajusta a la realidad?, ¿conoce usted
alguna?, -él tenía miedo, él sufría sin saberlo del horroroso síndrome del
impostor.
Como es de esperar, para darle
una forma amigable, digerible, literariamente potable, se deberá ficcionar un
poco o entregarse a escribir un fastidioso e impresentable informe
administrativo de corte militar o peor aun, policial.
Un ensayo, al igual que un cuento
y aún peor, una novela, es una dudosa manera de escribir, porque o lo hacemos así,
o dejamos de ser escritores y les pido me dejen explicarlo un poco mejor,
porque no estoy invitando a mentir, de ninguna forma, estoy invitando a la metáfora
literaria, que permita abrir las mentes y evitar lo cuadriculado de la educación:
todos preferimos ese bello amanecer que poseía nubes un poco dispersas, donde
el sol picaba su ojo angurriente por calentarnos, preferimos ese bello amanecer
que podemos imaginar, nuestro amanecer, el de nuestra mente y nuestras más
bellas pero a la vez personales experiencias que: eran las 7:34 minutos de la mañana,
con cumulonimbos dispersos y humedad relativa atmosférica del 46%.
Yo vengo de allí, del informe
administrativo sin iniciativa, sin sal ni pimienta, solo los hechos fríos y
oscuros y recuerdo la primera vez que me pagaron por escribir en un periódico
dirigido magistralmente por Luis Eduardo, me costó mucho hacerlo con cierto
humor, porque de donde venía no había humor, solo letras severas, acusadoras,
probatorias, usadas la mayor de las veces como evidencias y habían botado de su
puesto al administrador de la ciudad donde vivía y me ordenaron hacer la
columna de opinión por la que me pagaban $150 por página completa y sin saberlo
era el escritor que más cobraba en aquellos tiempos. Yo no conocía al
administrador personalmente, pero a cuatro columnas el título impactó en mi
editor de tal forma que me llamó para que juntos esperáramos la vendetta, le
venganza, el maleficio de todo el gobierno citadino.
"El malvado
administrador" en letras grandes, abría el periódico, columna de este
perfecto desconocido. Al leerlo me reía solo, había humor, burla a esas
costumbres tan nuestras, a esos conflictos de corte personal que lo llevamos
untuosos al término laboral con pasmosa facilidad.
Estaba en una cafetería con el
editor, leyendo nuestro periódico, cuando el para entonces despedido
administrador, me llamó a mi teléfono celular personal para felicitarme, para
agradecerme como lo defendía de la afrenta del alcalde contra su trabajo y que
ciertamente el título de la columna era exacto, él se había convertido en un
malvado que no le permitió al alcalde y a los otros entenados, hacer cosas a
todas luces al borde de la ley, pero ficcioné, use la literatura como arma, la
palabra como saeta, la idea como salva vidas.
¿Se
imaginan por un momento la trans-cripción de los hechos con horas y textos
literales de lo que pasó en el ayuntamiento?, !que fastidio!
Me temo que nuestros escritores deberán
tener una dudosa manera de escribir, lindante a la verdad, pero no toda. Una
manera que no los haga mentirosos totalmente, pero que les permita a los
lectores aleccionadoras posiciones, esa manera que el protagonista te llame
cuando estes en la cafetería para ser tu amigo desde ese momento, mientras los
otros oren por no ser tus enemigos.
Ser escritor leído, es difícil,
porque nunca jamás podrás complacer a todos y a mí me parece muy bien. Si mis
letras no te gustan, pues deja de leer y seguramente pasaremos violentamente de
una dudosa manera de escribir a una dudosa manera de leer.
www.juradogrupoeditorial.com
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