LA
IMPORTANCIA DE LLAMARSE BERNARDO
Se
estrenó en Londres en 1895 con un subtítulo clarificador: “Comedia banal para
gente muy seria”
Dice la contraportada, que es un
gran juego de acciones y lenguaje, aprovechando los dobles sentidos de las
palabras y los significados sociales de los términos. La puesta fue todo un
éxito que se vio empañado por el escándalo propio de una sociedad puritana y
cruel, deseosa de ver caer al hombre que se había atrevido a cuestionar las
bases y principios de esa misma sociedad”
He
comprado la obra en dos oportunidades, una en Venezuela y otra, después de la
quema y terrible desaparición de mi biblioteca, aquí en Miami en edición barata,
me refiero a “La importancia de llamarse Ernesto” de Oscar Wilde.
Por
otro lado el llamarse Bernardo, nombre de origen germánico, traduce la frase: “oso
fuerte” y es eso de lo que adolece Bernardo Alvares, quien asegura que: “El
embajador de Venezuela ante la Organización de los Estados Americanos (OEA),
Bernardo Álvarez, acusó hoy al secretario general del organismo, Luis Almagro,
de usar Twitter para criticar el Gobierno de Venezuela.
“Junto a la plataforma regional que
le da su cargo, el señor Almagro ha utilizado una ‘tuiplomacia’ agresiva para
atacar a mi país, nuestro Gobierno y nuestras instituciones”, señaló Álvarez en
una columna publicada en el diario La Jornada”
Creo
que mi nombre, el cual es el mismo de mi abuelo y de mi padre es honorable, han
habido grandes e importantes Bernardos, pero en el caso de Álvarez debemos y
podemos hacer una excepción, porque es escaso, es tonto, es chavista, es borrachín
y de paso le gustan los horrendos y poco solidarios restaurantes de lujo como
Mayfer station en la Altamira de mi juventud, porque como le dije a mi amigo Napoleón
Bravo, copiándole en una entrevista, “yo soy un pequeño burgués” y a nadie lo
niego, porque allí radica LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE BERNARDO, en la
autenticidad y el aplomo de decir lo que se piensa con la solidez, la hombría y
el desparpajo propio de quienes sabemos que eso somos y que no ocultamos lo que
somos.
Bernardo
Álvarez se encuentra aún en la neblina de la lisonja rastrera para que no le
cambien el cargo, porque a esta hora de la vida o tal vez de la muerte, la
verdad es que no creo que quiera retirarse a disfrutar de las bondades
revolucionarias cerca de la Plaza Bolívar donde linda con la Cancillería.
Siga
jalando o halando Embajador, para que pueda permanecer aquí en los Estados
Unidos que tanto amas, que tanto admiras y que te ha dado la oportunidad de vivir
con la calidad de un oso fuerte, mientras el gobierno que defiendes obliga a
sus ciudadanos a vivir como perros hambrientos.
Llamarse
Bernardo en mi caso personal, tiene una responsabilidad muy importante, pero en
el caso del Embajador Bernardo Álvarez debería estudiar la posibilidad de
llamarse Ernesto, como el personaje de Oscar Wilde.
O el de Fidel.....Guevara...peor de los peores...
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