EN UN CEMENTERIO COPTO
Son
las once de la noche y vengo de caminar por el cementerio. No puedo dormir
porque he dado una larga conferencia, luego un almuerzo con mis socios donde
hubo licor y llegué a descansar a casa, para despertarme cercano a las seis de
la tarde.
Las
voces se pueden escuchar quedas y no son producto de la imaginación, ni efecto
de la brisa ni el crujir de los grandes y centenarios árboles que creo que son
sauces, no lo sé, pero sigo caminando en el sitio lleno de lápidas católicas,
coptas, cristianas, cruces a veces, lápidas con inscripciones tenebrosas y allí
me viene la pregunta: ¿tenebrosas por qué? ¿A que le temen las personas cuando
deciden caminar como lo hago yo, en los cementerios casi al romper la media noche?
Yo lo hago para buscar inspiraciones que escribo para ustedes, porque es este
un oficio solitario, taciturno, individual, como la muerte.
En
los velorios, ante la tamaña escena teatral de gritos y protestas, donde mas de
una vieja que le hacía la vida de cuadros al difunto ha gritado: ‘’llévame
contigooooo’’, me encantaría que alguno de los presentes en este cementerio copto,
se levantara y con cierta elegancia, ya con su traje raído por la ingesta de
los gusanos, pues le dijera algo como esto: me han enviado para complacerla, ¿sería
tan amable de acompañarme? Y ya podrán imaginar la cara de la actriz, la actitud
poco devota y la negación absoluta.
Conozco
memorables cementerios. Me gustaba merodear cuando era niño, por el cementerio
general del sur en Caracas, habían verdaderas obras de arte en mármol y otros
nobles materiales, pero no podía hacerlo con frecuencia, solo cuando íbamos a
visitar la tumba de mi abuelo, al que cambiaron luego al cementerio de la
Guairita, donde a mis 23 años de edad, compré dos puestos bajo la sombra de un árbol,
por aquello del sol y el calor, pero me cautiva el cementerio de New Orleans,
ese que queda casi dentro del French Quater, es antiquísimo, con lápidas casi
medievales y esa baja reja de hierro forjado pintado de negro. No deja de
sorprenderme el de Arlington en Virginia, pero frontera con Washington y cada
vez que voy a esa ciudad donde siempre he sido muy feliz, voy a verlo, a
recordar a los héroes y a entender desde allí a la vida, a buscar inspiración,
a respirar su aire y a comprender lo falible de la existencia, pero ya, ya
basta.
Termino diciéndoles que van a morir
pronto, todos, sin excepción, porque siempre será pronto, ¿no creen?, por ello
el pensamiento apropiado de Vicky Baum, escritora norteamericana: ‘’Una dulce y
triunfante libertad, se apodera de aquellos que van a morir pronto’’, o esta
que es muy buena de Sir Francis Bacon: ‘’Los hombres temen a la muerte, como
los niños tienen miedo a la oscuridad’’
De vez en cuando, paseen entre las lápidas
de los cementerios coptos, siempre dejan algo que aprender.
Que descansen en paz…mañana, si
amanecen, será otro día.
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