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Monday, February 22, 2016

EL NOMBRE DE LA ROSA


EL NOMBRE DE LA ROSA

            En la familia bien sabemos que la lectura es un infalible antídoto para casi cualquier endemia del alma, ayer mismo me tumbé sobre la cama de mi hijo a ojear un ejemplar de la “Divina Comedia” en inglés y no pude menos que preguntarle: ¿Por qué leer un libro tan complejo del siglo XIV en otro idioma?

            Mi hermano menor, me mandó un ejemplar en aquel ano 2007, turbulento de soledades y en mi mente trataba de figurar la geografía del sitio donde está aquella Abadía francesa, donde cosas terribles pasaron, también por aquellos siglos que Umberto Eco diagrama en la mente de sus lectores con magistral elegancia y pulcritud.

            “El nombre de la rosa” se convirtió en una gran referencia de ventas y hasta una película pude ver después de haberlo leído, pero a lo que voy: el autor falleció este mes de Febrero, a los ochenta y cuatro años de edad en su casa en Milán, en ese apartamento que es su inmenso estudio en el que se calcula una biblioteca de 30.000 ejemplares.

            Escribió sobre el paso laxo hacia la muerte en 1997 y su páncreas le jugó una mala pasada.

            Se autodefinió como un optimista trágico después de haber leído a Emmanuel Mounier y conceptualizó al internet como la “invasión de los imbéciles” porque es allí donde cualquiera de ellos escribe públicamente con las falencias propias de las personas mal preparadas entre las que probablemente me encuentro, porque antes los imbéciles también escribían pero nadie los publicaba, lo que hacía de la lectura un ejercicio más depurado en cuanto a calidad.

            Le preguntaron si ¿escribía para él o para los demás? Y su respuesta coincide con mi manera de pensar: “el escribir es un acto de comunicación”, se escribe para comunicarnos, para hacer conocer nuestro pensamiento, nuestro trabajo, para recibir también la retroalimentación, del lector, del pensador.

            Umberto Eco se especializó en una materia encantadora, la SEMIÓTICA y fundó la cátedra e investigó durante la vida entera sobre ella.

            Cuando muere un escritor, queda su legado, por ello nunca muere, por ello, sea creyente o no, la resurrección católica pasa a un segundo plano, cuando ya vive otra vida desde sus historias e investigaciones, desde sus misterios y pulsiones. Fue un gran artista, investigador, escritor y profesor de multitudes y como nadie es perfecto, era italiano y por ende irritable, pero afable, de mal o buen humor, pero italiano.

            No sé si lamentarlo, porque Eco, a quien conocí bien, como se conocen a los escritores, desde sus letras, pasó a formar parte de esa mitología que envuelve a los creadores después de su muerte física y comenzarán las especulaciones sobre su personalidad y su trabajo, mientras él, quien renunció motus propio al catolicismo, se presenta ante Dios en el plano vertical donde ya no puede escribir sino en sueños. En, “El nombre de la rosa”, esa novela gótica, esa crónica medieval, ese relato ideológico en clave, donde el personaje Baskerville, esclarece los crímenes en la abadía benedictina, es el salvoconducto para haber ganado sobradamente el cielo.

3 comments:

  1. esas frases son una corona de rosas intelectuales que ya quisieran muchos les adorarán la fría tarde de su partida. lo has honrado con elegancia y has hecho una buena sinopsis de su existencia.

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  2. esas frases son una corona de rosas intelectuales que ya quisieran muchos les adorarán la fría tarde de su partida. lo has honrado con elegancia y has hecho una buena sinopsis de su existencia.

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  3. excelente, no lo lei pero si vi la pelicula protagonozada por Sean Connery.....trata de ver Sandra Bullock "EXPERTA EN CRISIS"....

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