TE VOY A SALVAR
No
estás a salvo. En un segundo tu vida puede cambiar, de hecho, creo que siempre
es así, es algo constante.
La
salud es un tesoro del que siempre tuve toneladas y por ello no se le da, la
importancia correspondiente. Jóvenes hay que abusan de ella, se intoxican con químicos
de irreversible consecuencia en el asesinato a sangre fría de neuronas, de
capacidad pulmonar o cualquier otra. Acaba de suceder al norte de la Florida,
que seis cadetes de la Academia Militar de West Point alquilaron una casa para
pasar la semana de spring break y tres de ellos compraron cocaína que habían mezclado
con toda intención con un químico llamado fentanilo que les procuró a los tres, una
sobredosis, los otros tres compañeros intentaron ayudarles dándoles respiración
boca a boca y también tuvieron una sobredosis, por ende perdieron su carrera
militar, casi pierden la vida y con ello también la salud.
Te
voy a salvar es el título de mi mas reciente libro, porque lo narrado allí te
puede pasar antes de que adviertas que te encuentras en el atardecer estadístico
de tu vida, además todo pasará cuando estés desprevenido a menos que te
documentes y lo leas.
Tan
solo me permitiré ilustrarte con un par párrafos,
para que tomes el termómetro de lo que a mi juicio es una obra de vida, una
obra que te enseñará lo que García Márquez definió como ¨un pacto honesto con
la soledad¨, porque la muerte es un acto individual y absoluto.
‘’Los temblores eran incontrolables,
estaba amarrado con correas a la altura de mi pecho y bajo las rodillas, en la
dura, fría y estrecha camilla de la ambulancia. Había toda una desafinada
sinfonía, una poco armónica, una música sin ritmo entre las vibraciones del
vehículo, las curvas, las veces que tuvo que frenar, las oportunidades en que
cambió de canal para aprovechar cada segundo en llegar al Mercy Hospital y que
por supuesto tripulantes y este, el paciente, caían, a uno u otro lado producto
de la fuerza centrípeta y centrífuga a la que estaba sometida la plataforma.
Cuando digo plataforma me refiero al pesado, pero a la vez ágil camión donde
salvan las vidas de los moribundos como fue mi caso.
El
interno estaba impoluto, de acero inoxidable, lleno de gavetas, equipos,
oxígeno, bolsas con sueros y líquidos que no puedo describir, pero que se
movían en la prenombrada discordante música. Había comunicación con la cabina
donde estaba un experto conductor y otra persona, que estaba uniformado de
azul.
Dos
hombres corpulentos, profesionales, también con ropas azules de paramédicos, me
sostenían sin mucho éxito, porque mis temblores eran aún más discordantes que
todo lo que pasaba y si las correas podían sostener algunas partes de mi
cuerpo, otras como los pies, antebrazos, cuello, cabeza, cadera, rodillas que
podía flexionar parcialmente, me hacían una suerte de poseso por el diablo’’.
Y es en ese tenor que se
desarrolla la obra sobre el evento que me puso contra las cuerdas y al borde de
la muerte.
juradopublishing@yahoo.com
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