Friday, January 14, 2022

EL PRÍNCIPE DE MARGARITA

 

EL PRÍNCIPE DE MARGARITA

            Voy raudo a reunirme con la realeza, me encantan ellos, se pegan osmóticamente buenos modales, el inevitable protocolo real, también el británico humor y esa elegancia genética.



            Sentados en la barra de un bar, cuyo nombre no quiero acordarme, como bien lo dijera el manco de Lepanto, llegó una persona quien le preguntó a quema ropa: ¿y es usted de la Isla de Margarita? A lo que su excelencia le contestó en mi presencia y sin que se le cambiara el sereno semblante: ‘’no caballero, no soy de Margarita, Margarita es mía’’

            En otra oportunidad donde este su servidor fungía como caddie de su excelencia en una competencia de golf en Naples, al anochecer, su alteza tuvo la gentileza de invitarme a un trago en el exclusivo ‘’Blue Martini’’ y habían dos puertas, una donde había una gran cola y otra vacía que decía sobre la puerta lo siguiente: ONLY VIP MEMBERS, por supuesto su excelencia fue hasta allá y yo iba como Sancho Panza el escudero, Cesar desenfundó su tarjeta de débito del Bank of América y el security le dijo que se había equivocado de tarjeta y lo volvió a hacer, puso esa cara que ya conozco y le dijo sin un ápice de nerviosismo: ‘’estimado señor, en esa cuenta hay cinco millones de dólares, si eso no es VIP, yo y mi escudero nos vamos a otro bar’’ y por supuesto, como siempre la realeza se nota y nos dejaron pasar.

            Muchos me han preguntado si le conozco, muchos con cierta envidia se me acercan para que se los presente, pero de tanto andar con ellos, las cosas se pegan como dije antes y me han preguntado en múltiples oportunidades desde cuando yo conozco a Cesar López el Príncipe de Margarita y pongo una cara neutral, controlo mis emociones y contesto con cierto garbo: yo conozco al Príncipe desde el acto de su coronación, donde asistimos algunos nobles y allí los dejo temblando de encono y resentimiento.

Como lo dijera Salvador Dalí, quien también poseía un pensamiento monárquico: El termómetro del éxito es simplemente la envidia de los descontentos.

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