CUENTOS DEL MAR
LOS ENIGMAS
DE LA PROYECCIÓN MERCATOR
Casi medio día y aun no veo tierra.
Haré una recta de sol para establecer
mi posición, con un método de hace tres mil años, usado por los navegantes fenicios,
que para la época ya conocían la altura del sol en la meridiana o la de
estrellas sobre el horizonte de algún lugar, pero a lo que vamos, que eso lo
hice mil veces, pero con mayor rigor en la marina, aquí el rigor lo pone la mar
y en segunda instancia yo.
Mis tablas HO 229 me ayudan a establecer los cálculos y acepto mis errores.
En esta posición de soledad
donde me encuentro y que ha servido para reflexionar mucho, he llegado a la conclusión
que la historia de la humanidad se encuentra escrita en los documentos de la iglesia
católica y en las cartas de navegación. Pueden estar en desacuerdo conmigo,
pero obviemos lo de la iglesia, ¿se han dado cuenta de toda la rancia, ancestral,
antigua información que tiene una carta de navegación? y si la casan con un
derrotero al aproximar a cualquier piquera de puerto, es como usar un GPS en
Miami.
Con
aplastante evidencia, lo escrito en libros de la mar es una información permanente
en el tiempo. El viejo Capitán y escritor Joseph Conrad es un excelente ejemplo
de lo que es llevar al negro sobre el blanco, las aventuras de la mar, porque
el oficio marinero no es un trabajo, pasa a ser una aventura desde el momento
en que cada día es diferente, que digo cada día, cada minuto.
Conrad
en su obra ‘’Tifón’’, que tengo aquí en mi bordo, nos hace navegar bajo
el mando del acertado capitán Mc. Whirr y quienes le hemos leído queremos ser
como él y el lobo Conrad comienza así: ‘’ El capitán Mc. Whirr, del vapor Nan
Shan, tenía una fisonomía que, en lo tocante a la apariencia física, era la
mera contrapartida de su carácter…’’
Seguro
estoy que usted ha pasado por algún temporal en su vida, nadie se salva, pero
lo importante es como afianzó sus velas y que conveniente rumbo tomó para no
perder su barco y Conrad sigue de la siguiente manera: ‘’El temporal se había
cruzado con aquel hombre taciturno y solo consiguió arrancarle algunas palabras…’’
podemos seguir agregando, porque debemos recordar que Conrad era capitán de
barco en esa terrible circunstancia del paso de los buques de vela a los buques
de vapor, de forma que, agrega: ‘’la única posibilidad de que la mar siguiera
pareciendo a la mar, era un velero’’ y heme aquí, buscando el promontorio del
Morgan Bluff, buscando la meridiana, buscando mi rumbo, el mejor viento y el
mejor destino.
La
proyección cartográfica Mercator, posee un enigma digno de imitar y ¿saben por
qué?, porque representa plana a la esfera terrestre, modificando un tanto y con
flexibilidad, pero a la vez forzando un poco las superficies en las altas
latitudes, así lo define, la obra con el mismo título, tal vez como deberíamos hacer
en nuestra propia vida, aceptar los errores, que siempre son muchos.
En
1583 Matteo Ricci, uno de los más grandes cartógrafos de la época, cometía involuntarios
errores de hasta cinco grados en longitud, con respecto al meridiano de
Tenerife, porque cada uno tenía su meridiano. Lo mismo paso con el globo de
Tolomeo y de acuerdo con el Rey Luis XIV, aseguró que sus cartógrafos e hidrógrafos
si acaso existían en aquella época, le había hecho perder con sus errores, más
tierras que todos los enemigos de Francia.
Tierra
a la vista por mi amura de estribor.
Ahora
que veo tierra, termino mi escrito, recomendando con humildad, algo que
practico en mi vida y en la mar: ’’La teoría es asesinada tarde o temprano por
la experiencia’’ Albert Einstein.
Todavía
nos queda un trecho a Nassau.
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