CUENTOS DEL MAR
LA VIDA DE LOS MALOS
13:25
navegando rumbo Este al 089.
Aquí en mi
bordo, tengo una vieja obra, muy manoseada, cuya carátula, que simula cuero marrón,
da fe del desgaste. En su primera página, está a puño y letra mío: "Esta obra
fue bendecida por un sacerdote católico" y se titula: "La vida de los santos".
La mar está plácida, estoy dando, de
acuerdo con mi corredera, una velocidad de 4.7 nudos, que podríamos redondear
en cinco. Hace calor, mucho y por ello, la ventolera de proa llena el interno
del Blue Book de aire forzado y tibio.
Más café negro sin azúcar, hace
bastante tiempo que me la he quitado y pienso en que los malos tienen mejor
prensa que los buenos, tal vez porque sus turbias vidas son como más
interesantes. Las vidas de asesinos, dictadores, que a mi juicio es lo mismo,
de ladrones, aquella serie de Pablo Escobar, el mayor narcotraficante que
burlaba la ley, mandaba a matar con facilidad pasmosa a políticos, militares,
jueces, padres de familia, periodistas, ponía carros bomba en embajadas y a
quien se le atravesaba en el camino, pero nunca hicieron una seria de San Bernardo
de Caraval, mi patrono, o de la Virgen del Valle del Espíritu Santo, de San
Benito Abad o Santa Eduviges, por ejemplo.
¿Qué es eso?
Por mi proa están los delfines, buen
augurio marinero, me acompañan alegres, saltarines para que pueda verlos, les silbo
y agradezco, son unos ángeles llenos de vida, de buena energía, mamíferos inteligentes
y capaces, que salvan vidas, todo un espectáculo que solo se ve en la mar,
porque hacerlo en un acuario nunca será igual.
Pero a lo que vamos, que, hablando
de los malos, recuerdo que ya casi llegando al río Mississippi, bajando por
Bourbon Street, está un bar de cientos de años, que los lugareños dicen que era
donde llegaba con sus barcos el pirata Jean Lafitte. Yo estuve allí, no era un
buen bar, una casa vieja que vive de la historia.
Este pillo del que todavía se habla,
era un traficante, pirata, corsario, contrabandista y militar de origen francés,
damos gracias a Dios que en aquellos años no había cocaína, porque hubiese
superado con creces a Escobar. Se asume, sin certidumbre alguna, que vivió entre
1780 y 1826 y alcanzó el rango de almirante de la flota de los Estados Unidos
en la guerra angloamericana en 1812 poniendo a disposición del general Jackson
sus 366 cañones, sus 500 artilleros, y más de 1000 marineros, lo que pudiésemos
llamar actualmente un disciplinado cartel de la delincuencia que usó para lavar
su prestigio de tanto saqueo y robo.
Debido a la buena prensa de los
malos, su leyenda traspasó la frontera del tiempo y se le conocía con los siguientes
remoquetes: El bucanero, el héroe de New Orleans, El tifón de las Antillas,
El Rey de Barataria.
Recuerdo que también fue negrero y espía, se vendía al mejor postor y esa, la leyenda, siguió creciendo.
Ante la impunidad de la ley, formó
el llamado reino de Barataria en las ciénagas cercanas a New Orleans y desde allí
organizaba con su cartel, el contrabando y el producto corso de las costas del
golfo de Méjico. Sí, sin dudas, que los malos, son como más famosos, porque sus
vidas, llenas de peligro, llenas de ese borde al abismo, parecieran más
divertidas.
Llegó la hora de refrescarme un
poco, con el agua de la mar, no porque vaya a tirarme al agua, sino porque
tomaré una ducha que me temo ya hace falta, antes de llegar a Nassau.
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