CUENTOS DEL MAR
ALGO ANDA MAL
El
tiempo y los saqueos, se encargaron de quitar la escala de acceso al faro. Subí
por una improvisada que alguien dejó en el sitio y tuve pase al interno, cuyo
piso es de color verde y paredes en lo que antes del óxido, eran blancas.
Muchas marcas de nombres de enamorados y otros tontos que intentaron
perpetuarse en el mamparo de hierro de un siglo.
Fui subiendo por la escalera de caracol y el lugar estaba bien iluminado por la luz natural de las claraboyas cuadradas de esquinas romas y vidrios gruesos. Había sucio, una nevera horizontal sin puerta superior, desconectada y subí al siguiente que estaba en situación similar. La bombilla, estaba entera, algunos de los vidrios de la cápsula habían sido rotos inclusive por lo que creo fueron disparos y salí a la terraza que circunda la redondez del que fue una referencia y el Blue Book desde esos cuarenta y seis metros de altura, de veía imponente y a la vez sereno.
Bajé y me dirigí a las casas en
ruinas. Allí vivían los habitantes del faro quienes desaparecieron
misteriosamente como ya les dije y sentía que algo no andaba bien. Las ruinas
eso eran, despojos del tiempo y seguramente de la tragedia, de la soledad en la
inmensidad que te obliga a sentirte como una brizna, como un insecto, como una
mota de algo minúsculo sobrepasado por todo y en todo.
La casa de habitación, supongo que
era esa, la mas grande, sin techo, seguro por el paso de algún infame huracán, se
sentía o al menos eso creo, una lástima, una desolación poco usual.
Fui a las otras dos que estaban a no
más de algunos metros y estaban en similar situación.
Ha debido ser grato dormir allí,
porque la mar se sentía rompiendo con serenidad en el norte a mis espaldas, el
silencio solo interrumpido por ese sonido mágico y el viento que en
oportunidades sonaba como una sinfonía extraña cuando pasaba por el enjaretado
de los techos sin tejas ni cubierta.
Sin prueba alguna, hay una leyenda
de la cual no he conseguido evidencia, de que a finales del siglo XIX un barco
se perdió en las cercanías, muriendo ahogados todos los tripulantes excepto una
niña que logró llegar al cayo con vida y los marineros aseguran haber visto el
fantasma de la madre deambulando, buscando a su hija.
Ya el sol se ponía y lindaba su
borde inferior con el horizonte. Sentía que alguien me vigilaba, es esa sensación
incómoda. Algo no andaba bien. De repente el viento mermo, la rompiente cesó y
yo me disponía a nadar hasta el Blue Book para tener una noche plácida,
fondeado, pero sin saber porque, le di una última mirada al faro y allí estaba
una mujer, rubia, vestida de luto, con las manos puestas en la baranda, que
miraba sin quitarme la vista.
Yo hice lo mismo, me quedé mirándola
y en un pestañeo, de repente, desapareció.
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