UNA TORCIDA SATISFACCIÓN
Llamé
al barman para que me apartara mi puesto en la barra del bar. Dos asientos serían
suficientes para reunirme con ese joven poeta del cual hemos recibido una muy decente
obra, aun en revisión, de título ‘’Claudicaciones’’, sí, un muy buen título que
encierra conductas muy humanas y allí estaba yo, saboreando un escocés mientras
pensaba en tantas letras que me han llevado con su corriente, que me han
llevado con su efecto de Bernoulli, mágico, indetectable, al sitio donde me
encuentro hoy.
En la
esquina izquierda, al fondo de la barra de unos adoquines de colores ocres,
bajo la tenue luz, aunque eran las tres de la tarde, pero esta, la luz, se
transfiguraba por intermedio de unos ventanales color ámbar, estaba un
individuo de traje y corbata, quien escribía con denuedo y con esa actitud que bien
conozco, cuando la prostituta de la musa se acerca a decirte vulgaridades al oído
que excitan tus sentidos, que te enamoran como a un adolescente y te convencen
que si no lo escribes, pues, pueda olvidarse, sí, bien conozco ese sentido de
urgencia tan grato, que por cierto ya hace demasiado tiempo que no lo tengo y
me llevé el trago a la boca, tomé un buen sorbo de la mágica mixtura con soda y
hielo y lo puse sobre la barra, cuando me percaté de su bolígrafo verde igual
al mío. Un buen bolígrafo hecho exclusivamente, con punta media y tinta negra
indeleble.
Mario,
el barman amigo de tantos años y de tantas conversaciones que me ha escuchado
con los escritores a los que cito, limpiaba una bella copa de vino en forma de balón,
porque si comía, él sabe que allí serviría mi vino, para acompañarla, me
refiero a la comida.
No había
música, solo el letargo del silencio de esa calurosa tarde allá afuera, Mario,
el escritor de servilletas de papel y yo, esperando al poeta joven, porque
siempre es conveniente como escritor, enterarnos de las motivaciones de los
otros y más cuando van a formar parte de la pequeña pero exclusiva tripulación de
la editorial.
Seguí
cavilando sobre lo que escribía el absorto caballero. Me sentí tentado a
levantarme y hurgar sus papeles, sus manuscritas servilletas que Mario le
dotaba a montones, porque se había ido al baño, sí, pero no lo hice, entendí que
sería una inmadurez imperdonable e inexcusable, pero pude ver el bolígrafo, el
verde como el color del dólar y recordé a Julio Verne, porque lo que hace este
caballero solitario debería ser el común de una sociedad inteligente, sí, Verne
escribió: ‘’Todos sabían leer y escribir, pero nadie ejercía’’ y sonreí al
mismo momento en que llevaba mi trago a la boca.
Mi
orgullo se exponenció, al poder ver que el bolígrafo del furtivo escritor
servilletero, decía en letras blancas JURADO GRUPO EDITORIAL, por cuanto lo había
dejado sobre sus papeles y allí sentí una torcida satisfacción.
A ti
que me lees, te digo, que estás a una llamada, a un correo electrónico o a un
click de ser un escritor, comunícate con nosotros, para ayudarte en ese inolvidable
proceso.
juradopublishing@yahoo.com
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