ANGELITA Y SUS TRES MARIDOS
La conocí
esa mañana, bien temprano, no había amanecido aun, pero haríamos un trabajo
junto con un encantador grupo de inteligentes personas. Su conversación afable
y con humor, Angelita de manera inmediata se robó la atención de todos. Ella
bien sabe que el estómago es un imán a las buenas intenciones y una perfecta
amalgama para crear amistades y nos llevó una bella bandeja llena de sándwiches
cortados con quirúrgica precisión, también llevó un termo con café con leche
que nuevamente mi estragado estómago amanecido a esa hora infame, le agradeció
y sin darme chance me dijo que ella había vivido en Los Teques que para quienes
no son venezolanos es un área montañosa y verde cerca de la capital, con una
excepcional temperatura.
-Si,
mi marido que en paz descanse, era muy bueno y me dio a mis morochas, me dijo
con ineludible orgullo y Dios lo tendrá en su gloria, porque ¿sabes Bernardo? Falleció
de un accidente cardio vascular, al menos eso fue lo que me dijeron, mira esta
foto que buen mozo era, aquí hay otra en una discoteca y otra más en una reunión
en casa de unos amigos.
-¿Y te quedaste en Venezuela?
-No, tuve que mudarme porque las cosas no pintaban
bien y me fui a mi tierra, a mi Puerto Rico, donde con el tiempo me volví a
casar y crie a mis hijas con ese buen hombre que descanse en paz.
-¿Qué? Pregunté, ¿también murió?
-Si, compramos una bella casa y desde el primer día le
dije: ‘’mira fulano, esos escalones de la escalera no están bien hechos, creo
que están muy pequeños y fuera de las regulaciones, el pie no cabe completo o
algo así, pero no están bien’’, pero como son ustedes los hombres no hizo nada.
La escalera no tenía baranda y por ello yo la mandé a poner. Un buen día, mi
fulano, bajaba con el perro cargado por la escalera y escuché ese aterrador
ruido de su cabeza contra el piso y nunca más se recuperó.
Déjame
enseñarte esta foto en la torre Eiffel después de salir de un bar, esta otra en
una discoteca en Dinamarca, ¿era buen mozo mi fulano, verdad?
-Si Angelita, un tipo elegante, que bueno y dime algo,
¿sigues viuda?, pregunté con malévola intención.
A
todas estas, Arnaldo mi compañero de trabajo, la miraba con esos ojos escudriñadores
que solo he visto en el famoso detective Hércules Poirot, Delia y Lily expectantes
eran las Agatha Christies que redactarían la historia y con esa media sonrisa sardónica
esperaban la respuesta de Angelita: no, estoy empatada con un chileno apuesto,
pero es muy mujeriego, es este mi Víctor, aquí en esta foto, estamos en un
crucero por Alaska, aquí en esta otra en la zona rosa de Hamburgo, este fue un espectáculo
en Broadway y mira esta, aquí estábamos en el House of Blues de New Orleans,
creo que eran como las cinco de la mañana.
Yo no
pude esperar más ante esta vida luminosa de amores y le pregunté: ¿Angelita y tú
no tienes fotos en alguna iglesia? Para recibir un contundente NO, sumado a las
risas de mis compañeros de trabajos que comían con placer los sándwiches de
Angelita.
juradopublishing@yahoo.com
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