LOS DÍAS COMPRADOS
Es
el título de un capítulo de una rica obra que he leído recientemente cuya
brillante autora, Carlotica Páez, escritora, pintora, dramaturga y cantante de
tangos, fue mi amiga. La obra en cuestión es una compilación: ‘’Mujeres de ojos
tristes y otros cuentos’’
Supongamos que las estadísticas se
cumplen y yo pueda vivir los próximos doscientos dieciséis meses, porque si llegásemos
a vivir ochenta años, cosa muy común y hasta corriente hoy día, pudiese hacerlo,
así es de fría la matemática, pero a lo que vamos que estoy dispuesto a comprar
lo que falta y tengo el dinero, las ganas y la actitud para ello.
Les informo que no ando solo en esto
de comprar los días que faltan, me acompañan mi esposa y un grupo de amigos
porque como lo dice el verso de Benedetti: ‘’aquí no hay viejos, solo nos llegó
la tarde…’’ pero es una tarde buena, sonriente, sana y grata.
Hace muchos años, cuando ejercía el
periodismo, sin ser periodista y lo aclaro porque más de un resentido odiador,
me acusa de defraudar esa profesión precisamente cuando Jaime Bayly me presentó
como tal en su programa y aunque Mario Moreno Cantinflas decía que el era
periodista porque vendía periódicos, pues yo soy uno y recuerdo que aquel
reportaje a página completa lo titulé: ‘’La otra cara de Miami’’, me embarqué
en un yate de lujo, tomé una copa de prosecco, mientras navegábamos por la
costa floridana, todo bello, todo glamour, finas y cultas personas y se hizo de
noche. Entrando al río, observé algunos bultos en la orilla y le pregunté al capitán,
que para esa hora ya era mi amigo y me dijo que eran indigentes que se
arropaban bajo el puente que se abrió para que pasáramos en el yate de algunos
buenos millones de dólares. Miami tiene dos caras y no es culpa de nadie, he llegado
a la conclusión y esto lo dejo como el mensaje, que usted decide consumir
drogas o alcoholizarse y terminar en las calles o decide trabajar, estudiar, crecer
y andar en el yate.
Pues, de las personas que me acompañan
en esto de comprar los días que nos faltan, están mis amigos Margarita y Ramon Páez,
porque sospechamos que estamos en la mejor edad de la vida. Es una edad que nos
permite ser atendidos porque todos piensan que somos adustos, huraños y serias
personas mayores, de poca tolerancia, hasta que nos conocen.
Nos invitaron a un brunch en el
lujoso hotel The Setai en Miami Beach y volví a ver la otra cara de Miami, la
que a mí me gusta, la lujosa, la graciosa, la bonita Miami, la sabrosa con
comida del mundo, la del Aperol Spritz Bianco o de Louis Roederer sin estar en
París. Cesar, nuestro camarero haitiano, se impresionó cuando Ramón le llamó
por su nombre y me lo presentó como su amigo, cosas de gente fina y de dinero
viejo, para luego desenfundar un par de tabacos que seguramente costaron una
buena cifra, que transformamos en humo. Me temo que es la mejor manera de
comprar los pocos días que me quedan, porque siempre serán pocos. Aquí no hay
viejos, solo nos llegó la tarde y es una bella tarde. Gracias, amigos queridos.
www.juradogrupoeditorial.com
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