EL LADRÓN DE LA ALEGRÍA
Lo
dijo el presidente Theodore Roosevelt y no porque lo haya dicho él es más
importante.
Con frecuencia
y de manera inconsciente nos comparamos y es ese el mayor y más pernicioso ladrón
de la alegría, además Wayne Dyer llegó a decir que es ese un síntoma de locura,
el pensar que no podemos vivir sin algo, el hacer de tu vida un permanente maratón
hacia el desgaste, sin detenerte a
afilar tu hacha para cortar más y mejor.
Suena
arrogante pero no lo es, cuando amigos me indican, me advierten, me avisan de
la siguiente manera: ‘’sabes que he visto
a tu competencia, la editorial tal o cual, y están haciendo algo que deberías
hacerlo tu’’, ¿no les ha pasado?, estoy seguro que sí, y a quema ropa les
informo que yo no tengo competencia y desarmo el maleficio y no tengo
competencia porque no nos comparamos con nadie, permitimos que otros crezcan,
ademas, les ayudamos cuando piden ayuda.
En la
Feria Internacional del libro de Miami, recuerdo haber entrevistado para mis
redes, a un colega de una pequeña editorial de Fort Myers y él asombrado no entendía
porque lo hacía y les explico a ustedes que lo seguiré haciendo porque hay
espacio para todos, porque no me comparo. Mi equipo y yo seguimos innovando y
prestando más y mejores servicios y productos.
El
Santo Padre Pio, de quien soy devoto público y notorio, llegó a decir algo que
no está muy alejado con respecto a la alegría: ‘’ La tristeza es la muerte
lenta del alma’’, por eso engaño a mi cerebro, intento alejarme de las personas
tóxicas y de los conflictos, no quiero amarguras, chismes, órdenes,
restricciones en mi pensamiento y accionar,
porque he madurado y porque hablando con mi amigo Omar, hombre culto a quien
con frecuencia me consigo en el bar, donde nos enganchamos en conversaciones
que hacen callar al resto de los bebedores, que raudos buscan sus teléfonos para
averiguar el significado de alguna palabra que nos escucharon, si, conversando
con él me dijo algo que les regalo: ‘’cuando somos jóvenes somos unos
incendiarios, pero al llegar a viejos nos convertimos en bomberos’’ y en mi
caso personal no tengo duda alguna, porque confieso que me gustaba el conflicto,
creo que mi ego era el que mandaba en esas refriegas que me hacían sentir vivo,
pero hoy en día, si usted desea la razón, pues se la concedo con todo gusto.
Estoy
de luto por el deceso de mi amado y admirado tío Héctor Ricardo Jurado Toro,
quien realmente fue el que me enseñó a ceder la razón, porque todos siempre
sabemos quien la tiene, la tiene el dueño de la paz, la tiene el dueño de la
inteligencia, de la prudencia, del sosiego, la tiene el que domina sus
emociones, la tiene el que no se compara con nadie, o mejor dicho, el que no
compara su divinidad y perfección con la de nadie y ese que saca a patadas de
su mente, de su alma y de su psiquis a los ladrones de la alegría.
juradopublishing@yahoo.com
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