UNA AGRESIVA EXPERIENCIA AERONAVAL
Es un
avión crítico y medieval, comparado con la actual tecnología, aunque fue el
mejor de su época hasta la salida del Mustang. Confieso que estaba asustado por
cuanto como ya lo escribí en mi novela ‘’Volando en el ataúd’’, no es una nave
compensada, además una sola hélice bien sabemos que posee un torque que debemos
anular con pedal izquierdo, sobre todo en final corto, pero no quiero aburrirlos
mas con tecnicismos, mientras me hago el valiente.
El
Messerchmit BF-109, no tiene modelo biplaza, por lo tanto, lo aprendía a volar
en el primer intento o como les pasó a muchos en la Segunda Guerra Mundial, morían
antes de despegar. Como posee una antipática rueda de cola que anda suelta, es
muy sensible para el taxi, pero a lo que vamos, que pudimos despegar con
demostrada torpeza, aunque mi instructor de vuelo me aupaba como un padre en un
acto de su hijo en kindergarten. No hizo falta ningún esfuerzo, levantó la
nariz y tan solo le ayudé despacito para que entendiera que estaba con él. Ya veía
la mar a las once de mi posición y me fui hasta allá, a unas ocho millas, como
lo hizo Hans Wunderlich, el piloto alemán que falleció en su primer vuelo el 10
de octubre de 1944 con tan solo 19 años y que protagoniza la historia de mi
obra.
Sobre
la mar y a unos 2500 pies de altura, decidí hacer un tonel a la izquierda y me
di cuenta porque fue el mejor avión. Recuperé y decidí caer todo a mi estribor
para mantener al aeropuerto a la vista como referencia y ya no lo veía, pero
sabía en que marcación estaba. Algo muy similar a lo que le pasó a Hans,
excepto que no me nevó y que tantos años en la mar siempre te mantienen alerta
con respecto a tu rumbo, a tu distancia y el tiempo, lo que me permitió la
referencia geográfica. Un loop y las gravedades me hicieron perder la vista momentáneamente,
por la falta de sangre en el cerebro, pero nada, sabemos que eso nos ocurre y
vuelta al aeropuerto con la satisfacción de haber volado una verdadera máquina
de combate, probada durante el conflicto más grande de la humanidad, que belleza,
que diseño, que avance para ser un avión de los cuarenta del siglo pasado.
Estaba
transpirado, el tiempo en el aire como me dice mi instructor, es diferente y es
una verdadera prueba física y psíquica hacerlo.
Todo
lo anterior ocurrió en el simulador de vuelo, de realidad virtual de mi querido
colega el coronel Alberto Lovera y los dolores en mi cuello, el sudor de mi
camisa, las piernas temblorosas del esfuerzo gravitacional demuestran que, sin
moverme del sitio, mi cerebro fue engañado. Lo mismo puede ocurrir para bien o
para mal, solo un proceso neurolingüístico apropiado puede hacerte volar hacia
el éxito o al fondo de la mar de tu negligencia.
Gracias
Alberto, tus gentilezas siempre me asombran y confieso que fue esta una eximia
experiencia aeronaval.
Bernardo Jurado es un capitán de navío
retirado.
juradopublishing@yahoo.com
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