Friday, November 20, 2015

¿UN LACOSTE EN LA PISCINA?


¿UN LACOSTE EN LA PISCINA?

            Aunque el parte meteorológico anunciaba cuarenta por ciento de lluvias, me hacía falta ir a Marco Island, una glamorosa isla que queda a una hora de camino hacia el Oeste de Miami, donde con frecuencia voy a llenar el poso de la inspiración, me tomo un par de tragos en el bar y me alimento cual obrero de la construcción, con pescado frito y ensaladas, no sin antes detenerme en el mirador que queda a mitad de camino a fumar un cigarrillo y a estirar en silencio mis piernas, a conversar con mi esposa sobre la más reciente obra que cada uno está leyendo, a discurrir sobre las noticias, a buscar paz y a caminar por esos parajes normalmente solitarios.

            En la caminería de madera lindante a un canal donde algunos caimanes negros de la Florida moran a sus anchas, llegó el grupo escandaloso de alguna inevitable parte de Venezuela, eran unas seis personas entre los que se encontraban unos esquinkles (vocablo de Cantinflas para referirse a los niños) quienes estaban visiblemente emocionados por los gritos que daban sin ningún aparente motivo. Gritaban, hablaban sin entender que molestaban, yo les vi con mi mayor cara de reproche, no a los niños sino a los dos tontos padres que les acompañaban y que también rompían el silencio amoroso de la naturaleza.

            Vestidos cual turistas que estrenaban multicolores zapatos de goma, gorra de raperos, camisas que decían “I LOVE YOU MIAMI”  el escándalo era delatante.

            La chusmería incómoda y la fenotipia grosera. Eran exactamente lo que podríamos definir como unos nuevos ricos revolucionarios.

            Seguí observando la pasividad de un gran caimán que absorto flotaba a pocas pulgadas del nivel del agua, hasta que la señora a viva voz le pregunta al marido, entre los gritos de los muchachos: ¿es verdad que los lacoste se meten en las piscinas?

            Yo no pude menos que voltearme y preguntarle a la dama que había dicho, cuando me conseguí con una brillante dentadura matizada en oro y con toda seguridad me respondió: “sí señor, los lacoste”

            ¿Se está refiriendo Usted a los caimanes?

            Creo que al ser un caimán la marca de ropa lacoste, a la pobre ignorante le sonó interesantemente glamoroso y al estar en el exterior debía hablar así, por ello infirió que uno podría serlo.

            Así son las cosas, cuando la chusma se subleva y al yo no poseer orígenes nobles ni principescos, al venir de una familia de clase media, al entender desde mi primera infancia que la única aristocracia que existe es la del intelecto, del estudio y el esfuerzo académico, no puedo menos que reírme y lamentarlo.

            Si señora, yo vivo aquí hace una década y con frecuencia los lacoste se meten en las piscinas y a veces hasta se comen a los turistas que no saben que son caimanes.

            La revolución ha traído consigo la ridiculez, la igualación y las fortunas sin trabajar, mientras yo espero que a los escandalosos turistas que en verdad no representan el amable y educado gentilicio venezolano se los coma el lacoste de la inercia hacia la prosperidad.

 

3 comments:

  1. Lo que pasó es que la "señora" tenía una conmoción cerebral, porque se había caído de "Ralph Laurent".
    Excelente!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

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  2. Excelente, actititud propia y comun denominador de los nuevos ricos enchufados bolivarianos incultos...patas en el suelo y tierruos geneticamente hablando...

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  3. Esto yo lo llamaria LA CHANCLETA EN EL PODER.

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