Monday, May 4, 2015

LA DIGNIDAD DE LA VEJEZ


LA DIGNIDAD DE LA VEJEZ

                Entrando al lujoso restaurant donde me tratan como si fuera el Príncipe de Asturias, llegué a la puerta detrás de una camioneta último modelo. Se detuvo, se le aproximaron un par de empleados del valet parking, abrieron las cuatro puertas y acto seguido observé que se apearon más de doscientos años de dignidad. Todas mujeres, bien vestidas, armadas con sus respectivos bastones que le permitían una tercera e inflexible pierna de apoyo. Maquilladas con denuedo y detalle, bufandas, estolas veraniegas, dignas y hasta arrogantes y no pude menos que hacer un halagüeño comentario de lo bellas que son y con qué garbo llevan los anos.  

                La decisión es toda nuestra. Tengo amigos que solo ven la oscuridad. La luz de la prosperidad les ciega y prefieren mirar a otro lado sin entender que es con los años que se aprende el arte del vivir con calidad, pero eso, repito, es una escogencia particular y sumamente personal.

                Mi amigo Charlie, se sienta junto a su siglo con un humeante café, a bordo de su carro eléctrico. Bien vestido, pero en bermudas, elegante sombrero de ala ancha y lentes oscuros, una tabla que posee una suerte de forma donde nos chequea a todos con una sonrisa y ordena la hora en que saldremos a jugar al golf, de acuerdo a su control, a manera de que fluya el juego, pero cuando nos toca nuestro turno, siempre nos dice en su inglés: “the course is all yours” a ese trabajo se le llama el starter y Charlie está retirado de las Fuerzas Armadas y posee experiencia de combate. Da cátedra de buen vivir y también de golf y posee estampada en la cara la sonrisa de los sabios.
                Años sin ver a mi amigo Freddy, ¡muchos años! Le esperábamos ya sentados y llegó, un fraterno abrazo que redujo el tiempo y una conversación fluida y sin cortes comerciales que ratificaba la amistad y mi admiración, la chanza, la risa y lo vivido, pero con visión de futuro y lo conseguí muy jóven y estoy seguro que él me vio muy viejo. Entre licores la cosa es mejor y también comimos, pero lo que realmente hicimos fue vivir y entender que la vejez posee una dignidad dada selectivamente a quienes la deseen y a más nadie.
                La felicidad ajena con frecuencia produce envidia y estábamos tan felices que nos miraban y seguro pensarían que éramos tontos sin entender que es en esa tontería donde otros se ahogan y la evitan como evitan vivir y regodearse de la bendición de estar aún vivos.
                Papá fue un punto de referencia en nuestra inagotable tertulia, nos dio el ejemplo de la dignidad de la vejez siendo muy jóven, porque al final mi querido lector, tan solo nos llevaremos lo vivido y dejaremos la marca entre quienes continúan en la fiesta de la vida o en el velorio de su muerte.
                Personas hay tan aburridas y temerosas de encontrarse con quienes son, que asfixian la juventud evitando llegar con dignidad a la inevitable vejez.

 

               

 

               

 

 

 

               

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