Sunday, April 5, 2015

EXULTANTE, DONA LIGIA


EXULTANTE, DONA LIGIA

                Es un punto inapelable, que en cada actividad de corte social en casa, donde las víctimas de mis platillos asisten estoicos y felicitan con cierta hipocresía lo que ingieren, se licoran por supuesto antes de la ingesta a manera de perder todo juicio y mi amigo Saúl un melómano empedernido, ajustado a la tecnología, rodeado y asistido siempre por múltiples devices (aparatos), lo mismo saca un extraño teléfono, lo conecta a una minúscula cosa y descubrimos que es una potente corneta en estéreo que no sabemos de dónde sale la música donde pareciera estar presente lo  mismo Felipe Pírela, que Tito Rodríguez, Cheo Feliciano con un bolero inédito que Héctor Lavoe y todo esto acompañado por un comentario exclusivo de Saúl, quien ha forjado esa capacidad de ilustrar el momento, la circunstancia, el acompañamiento, los detalles más nimios del sitio en aquellos cincuenta o sesenta, donde evidentemente él no estaba, pero su cultura musical da para eso y más y por supuesto es un deleite, no solo escuchar la música, sino el cuento detrás de ella .
 

                Persuadido como está de mi océano de ignorancia en el tema, estuvimos en su casa, despidiéndolo como si fuera a una de esas salidas de las tropas a Afganistán por seis meses. Le he prometido alquilar un helicóptero para observar a Miami sin él y es que espero de corazón que en su viaje por el viejo continente no pueda leer este artículo vergonzoso. Debe encontrarse en alguna playa de Portugal, tal vez comiendo mariscos en Madrid, ¿yo que se? Y  me ha prestado un libro que me resulta encantador “Mosaico de la música Caribeña”    de Eleazar López contreras Jr. Y que me ilustra y me narcotiza imaginando al Tropicana con 1700 comensales sentados en un espacio de 2400 metros cuadrados, Rita Montaner, la Tongolele, Nath King Cole, el mismo Frank Sinatra, la absurda historia de la eliminación del saxofón después de la aventura Castrista, por ser un instrumento imperialista.

                Hablaba con Oswaldo, mentor, amigo, consejero, creador de múltiples historias, compañero de cuitas en la Bourbon Street de New Orleans, de sólida preparación intelectual y moral,  ¡cocinero de verdad!, quien me informaba sobre el mas reciente arroz a la marinera y sobre todo la muy grata conversación, la ecotimia positiva del encuentro con sus cunados, la inagotable chanza y la risa a raudales y se escucha la voz de su esposa Dona Ligia quien agregó a viva voz  ¡EXULTANTE!

                Me encantan los adjetivos, creo que el idioma de Cervantes y Saavedra es el mas quirúrgico para definir con exactitud las cosas indefinibles que forman el abanico de lo óntico, lo informe pero existente y la brillantez de la salida de Dona Ligia me enamoró, y Oswaldo me aclaró sobre sus estudios de letras, de literatura, tal vez de filología,  ¡que mas da!  ¡Me encantó!

                Volví con remordimiento al libro de Saúl, porque tuve 24 horas sin leer nada, entregado a la gula, a la avaricia, a la desenfrenada ingesta muy lejos de la templanza, cenas opíparas, desayunos de obrero, excesos por doquier y lindante la media noche tropecé nuevamente con la palabra exultante en el capítulo “Cuba en un cucurucho de maní”, me encanta la palabra EXULTANTE, DONA LIGIA”

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