Wednesday, March 4, 2015

HABLÉ CON HEMINGWAY


                HABLÉ CON HEMINGWAY

Llegué al estudio del escritor, estaba solo, la humedad agresiva pero no estaba caliente el ambiente. Vi aquella poltrona fea y pensé en cuantas cosas se habían inventado en ese sitio. Miré a todos lados y volví a mirar el cartelón que decía en inglés: “no sentarse”, pero lo hice, esperaba que algo de su buen pensar y de su cultura se me pegara osmóticamente por mi piel, esa sensación de tocar lo tocado.
                Cerré los ojos y pensé en la suerte de Gabriel García Márquez cuando se lo consiguió en el Boulevard de Saint Michael en París en la primavera de 1957 y caminaba con su viejo jean, una camisa de cuadros escoceses y gorra de pelotero en sentido al jardín de Luxemburgo y tan solo tenía 59 años y faltaba poco para su impensable muerte y estaba comprando libros usados que seguramente yacían  aquí en su estudio donde estaba cómodamente recostado en su butaca de pensar, porque creo que el pensamiento no viene en todos los sitios.
                El Gabo escribió en el prólogo que hizo de su libro “Cuentos” algo que me encantó:”…como Tarzán en la selva y grité de una acera a otra: ¡Maeeeestro! Ernest Hemingway comprendió que no podía haber otro maestro entre la muchedumbre de estudiantes y se volvió con la mano en alto, y me gritó en castellano con una voz un tanto pueril: ¡Adioooós, amigo! Fue la única vez que lo vi.
                ¡Hola amigo! Escuché
                Le vi sentado en su mesa redonda, frente a la vieja máquina de escribir sueños y me preguntó: ¿entonces eres escritor? Y conteste: nunca se termina de serlo maestro.
                En eso tienes razón.
                Le dije, le he leído, todo lo que ha escrito y si Sigmund Freud no está equivocado creo que sintió miedo cuando se encontró con aquel león en el safari en África y que de alguna manera Usted era Macomber y que también conoció a Wilson en su cuento “La breve vida feliz de Francis Macomber” los escritores escribimos historias propias con otros nombres. También le creo que vio las nieves del Kilimanjaro mientras volaba buscando historias y que se cayó dos veces en aviones diferentes sobreviviendo milagrosamente. Estoy seguro que el Capitán Fuentes, aquel viejo amigo que maniobraba su barco de pesca en Cojimar es el protagonista de “El viejo y el mar”.
                Apartó la máquina de escribir y se tocó la canosa barba.
                Me contestó: seguramente sea así, pero bien sabes que se debe tener una doble vida para escribir, una vida llena de historias inentendibles que las ponemos en el código correcto para que los mortales puedan entenderla.
                Maestro, pregunté: ¿Por qué se quitó la vida?
                El tour de turistas se acercaba al estudio, se escuchaban las voces y abrí los ojos, me paré de la poltrona ipsofacto y tomé mi cámara fotográfica. Llegaron y el encargado del tour me preguntó: ¿Usted ha tocado algo en el estudio? Y le respondí negativamente y me volvió a preguntar: ¿y porque la máquina de escribir está fuera de su sitio?  ¡Y allí me di cuenta que había hablado con Hemingway!

2 comments:

  1. Me recuerdas a tu padre, en su libro Visión Autoscòpica en el Panteón Nacional. Por cierto, anoche vi la pelicula EL VIEJO Y EL MAR, por TCM. Te recuerdo el episodio del libro EL NAVEGANTE, de Morris West, donde el viejo le transmite al joven los secretos de la mar y de la vida y la muerte y el rumbo de ese cementerio mágico donde los polinesios enrumban sus canoas y se dirigen a morir, y lo hizo con sólo tocar ambos la piedra al mismo tiempo, como en un manà de sabiduría transmitida en efluvios magnéticos, sin palabras. Asì es que, no me extraña que tu maestro te haya llegado en éteres y te haya puesto a escribir de su pluma, o en su maquina. Un desdoblamiento o vision autoscopica rediviva.

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  2. Estimado y dilecto amigo te felicito, al igual que que el CN Eddy Barrios, tus escritos me recuerdan esas singladuras en las aulas con tu papá, quien trataba que aprendiéramos el arte de la oratoria y para ello usaba aquellas verosímiles, fantásticas y estimulantes anécdotas cargadas de mar y picardía, que ponían a volar la imaginación de sus nóveles discípulos.

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