Thursday, August 21, 2014

PAISANISMOS

Llegué a la piscina, donde está prohibido, entre otras cosas y por el bienestar común, el fumar, formar escándalo, se debe observar una conducta apropiada, no usar envases de vidrio, ni tomar dentro del agua y seguro pensarán que eso es una dictadura, pero para un individuo aburrido como yo, es perfecto, porque nada más lejos de mi intención que recordar una playa del litoral central en Venezuela, donde los jugadores de pelota, raquetas de tenis de playa, voleibol, te obligan a comer arena cada vez que, rescatando el esférico en cuestión, te pasan por encima, te empujan o vejan con su sola actitud. De manera que llegué, insisto, con “El “último Catón” una novela encantadora que acompaña los más recientes días, de una autora italiana de nombre Matilde Asensi, que aborda un tema que siempre me ha apasionado, el cual es, los misterios de la Iglesia católica, en uso de lo escrito por Dante en su “Divina comedia”. Un grupo de individuos jóvenes, seguramente con pinta de ejecutivos habían alquilado ese lado especial del inmenso paraje, para una fiesta privada. Aun no les había escuchado, aunque sus gestos figuraban un dejo de agresividad y pensé, ¡deben ser cubanos!, que con regularidad son apasionados en sus conversaciones. Me acosté cual morsa en una inmensa cama y abrí mi libro y antes de terminar la primera línea me di cuenta que eran paisanos, recién llegados, mal educados, escandalosos, buscones, arrogantes y tercer mundistas. Las groserías antecedían como prefijo cada frase, su lenguaje escaso les delataba, pero es que también estoy hablando de las damas y caí en cuenta que la palabra marico/a antecedía cada frase, cada pensamiento y la he buscado en el diccionario suponiendo que sabía su acepción castellana y ¡oh sorpresa!. La citada vulgaridad es para referirse a lo siguiente: “persona despreciable o indeseable” Los efluvios del licor subían los decibeles, o mejor dicho, los maricos subían la voz, porque realmente para mí fueron indeseables y casi llegué a despreciarlos. El punto final a mi paciencia llegó con la torta de un cumpleañero fundido en el escándalo y la fanfarria y todos al unísono comenzaron a corear: LLEGOOOO, LLEGOOOO, LLEGOOOO, en abierta analogía a aquella historia de la llegada de nuevo al poder de Hugo Chávez y ya no aguanté más y llamé secretamente a la policía, para quejarme y divertirme y llegaron los uniformados y los escandalosos, seguramente ilegales, trúhanes, enchufados chavistas saqueadores de mi pueblo, se aterrorizaron y sobre mi libro veía con deleite el espectáculo que les indicaba lo peligroso que es jugar con la paciencia de los ciudadanos de bien que tan solo queremos silencio, cordura y gentileza en las formas y maneras. La palabra paisanismo, no existe en el diccionario, pero es que lo que presencié fue producto de la importación de los vicios y malas maneras de mis paisanos, en una fiesta que desde mi disfrute ordené terminar en silencio, basado en la ley que está por encima de todos nosotros.

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