Saturday, August 30, 2014

EL TEMPLO DE LAS INSCRIPCIONES

Es el eje del mundo (axis-mundi), porque liga, de acuerdo a la obra, el árbol de la vida, el plano celestial, la tierra y el inframundo. Fue construido después de Cristo por los anos seiscientos y fue descubierto en el siglo XVII, siendo la única pirámide tumba. Nada es casual y podemos casar a esta inmensa y curiosa obra de la cultura mezo-americana los nueve niveles del paso de un mundo a otro, de un estado a otro o tal vez, de un plano a otro, con los nueve niveles del purgatorio de Dante Alighieri. Ellos, los Mayas creían en todo esto y como cualquier humano eran animales de símbolos, con creencias sumamente marcadas y el Rey Pacal se hizo al mejor estilo egipcio, su propia tumba, pero al otro lado del mundo. Viendo la televisión mejicana, me llegó la publicidad de un programa que me atrajo de inmediato, porque se trataba de insignes escritores de ese país que daban opiniones diversas, pero que a la vez tenían cosas en común con otros escritores. La persona creativa que tituló el programa es un genio cuando le llamó PALABRA DE AUTOR, en clara referencia a la frase “palabra de honor” y es que para ser escritor se debe ser honorable, aunque puedo conocer algún que otro escribidor (palabra que existe en el diccionario, para aquellas personas dedicadas sin éxito al oficio), que no son tan honestos, pero que debo afirmar que son valientes. Los escritores entrevistados poseían esa cara de paz de personas sumidas en las letras, de personas con equilibrios aparentes para crear historias, para crear su mundo y creárnoslo a quienes leemos como una construcción ancestral, llena de muros de piedras a quienes nos dan acceso, como un gran templo de las inscripciones, donde iremos a morir en la última página, quedando con ganas de más. Uno de ellos, de pelo cano y de evidente abolengo, afirmó algo que me aleja del éxito, cuando dijo que para ser escritor se debe al menos por una vez en la vida, hacer una gran obra y me pregunté ante aquella terrible afirmación: ¿es que acaso cada letra, cada código, oración, frase o idea no es para nosotros los dados a las letras lo mejor que podemos dar? ¿O es que tal vez, el maduro escritor mejicano conoce a alguien que se haya sentado frente a su computadora con la firme intención de escribir la peor de las obras, con escases de ideas exprofeso, con errores históricos, sintácticos, lingüísticos, ideográficos que revelen su mala intención? Las letras son un fascinante código lleno de inscripciones que nos hicieron cambiar la manera de pensar 750 años antes de Cristo, cuando se inventó la escritura y pasamos como un salto del lenguaje del devenir al óntico, que nos hace pertenecer sin mayores esfuerzos a ese club de personas que trabajan a solas rodeados de gente que a veces no comprende desde la rapidez de la vida actual, que algunos sonemos con el pasado y vivamos descifrando inscripciones ajenas para crear nuestro propio templo donde vivir en las mentes de nuestro lectores.

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